DE LA MÚSICA APRENDÍ
- Valerie Rodas

- 30 jul 2018
- 3 Min. de lectura
Tenía 8 o 9 años de edad, por la tarde y después de hacer las tareas del colegio, llegaba el mejor momento de mi día, caminaba unas cuadras de la mano de mi mamá con mi cuaderno para solfeo y una flauta color blanco que decía “Yamaha” y de la cual tenía claras instrucciones de no prestar o perder. Estudiaba orgullosamente en el Programa de Iniciación Musical Infantil –PIMI– del Conservatorio Nacional de Música, propuesto en 1992 por la educadora musical e investigadora, Magister Artium en Literatura Hispanoamericana, Licenciada en Letras, Profesora de Literatura, Maestra de Educación Musical, Maestra de Educación Primaria y Maestra, Ethel Marina Batres a quién agradezco inmensamente este programa.
El Conservatorio, se ubica sobre la 3 avenida y 5 calle de la zona 1 capitalina. Fue establecido inicialmente en el antiguo convento de Santo Domingo el 29 de junio 1873, como una iniciativa independiente del director de ópera italiano Juan Aberle, lleva el nombre del insigne músico guatemalteco Germán Alcántara y ha sido cuna de grandes exponentes de la música como, Rafael Álvarez Ovalle, compositor del Himno Nacional. Actualmente ofrece la carrera de Bachillerato con Especialidad en instrumentos musicales y en plan fin de semana el Diplomado en Educación Básica de Música. En 1955 se terminó de construir el edificio donde está actualmente y es el Ministerio de Cultura y Deportes, por medio de la Dirección de Formación Artística, quien lo administra. Las instalaciones del “Conser” me parecían gigantes, las gradas eran infinitas a mi pequeño panorama y con mis compañeros de clase contabamos historias de terror, las típicas respecto a que antes el lugar era un cementerio, mientras nuestros oídos se llenaban con lo mejor que le puede pasar a un niño, el sonido puro de los instrumentos en cada espacio del lugar, nuestra canción para aprender canto era el “Himno de la alegría” y nuestras tareas incluían exposiciones de Beethoven, Mozart, Bach, etcétera. Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si, Do, era el vocabulario que nos enseñaban, lo complicado era cuando nos hablaban de los “sostenidos”, la rebeldía salía a flote cuando nos escabullíamos al Auditorio a los ensayos de “los adultos”; nuestros eventos importantes eran asistir a conciertos de la Orquesta Sinfónica, algo magno para nuestros pequeños ojos y que nos alejaba del aburrimiento que a nada bueno lleva, confieso que formalicé la relación con un “novio” y nos tomamos de la mano cuando se apagó la luz en el intermedio de una presentación, el idilio concluyó a los dos o tres días por la desobediencia a los adultos que esto implicaba, era demasiado para nuestra edad y sabíamos que los murales del Auditorio creados por Efraín Recinos, lo habían visto todo. Sin saberlo, nuestro cerebro estaba recibiendo una dosis perfecta de desarrollo, nos daba seguridad, estimulaba nuestra inteligencia, nuestra creatividad, era un éxtasis neuronal que les cuento porque si conocen a un niño o si tienen niños deben hacer lo posible para que sea expuesto a la música, no la que pasan en la radio comercial que nos gusta a todos, sino la de los genios clásicos que hacen maravillas en el desarrollo humano, más que las clases de ipad, muy famosas en los colegios ahora, y esas tardes que muchos niños están perdiendo frente a YouTube.
Actualmente este programa se llama “Preparatorio”, es para niños de 7 a 9 años y se imparte de lunes a viernes de 2 a 6 pm, es anual, GRATUITO, y el examen de admisión se realiza cada noviembre, 22328726 es el número de teléfono del Conservatorio Nacional de Música “Germán Alcántara”.
Foto: Valerie Rodas









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