¡Ah muñequitas tan bonitas! Estoy encantada con las quitapenas desde niña, emocionante fue encontrarlas acompañando una de mis comidas favoritas en mi siempre amado y mágico, centro histórico de la ciudad de Guatemala.
A la Casa de Cervantes, le guardo especial cariño desde hace una década, grabé allí y en varios espacios del centro un largometraje en mis tiempos universitarios, le dediqué mucho amor junto a los compañeros de clase, fue una producción de soñadores, nos pasó de todo mientras grabábamos, errores de novatos en audio y video pero nos divertimos y me da gusto saber que años después, afortunadamente, a todos nos fue bien en el viaje. Allí estaba yo sentada, entre el misticismo y recuerdos de esa casa antigua y fabulosa y el menú ofreciéndome pizzas de sabores de antaño, de Guatemala.
El restaurante tenía más que ganado mi corazón desde que entré, con una decoración repleta de nostalgia pero a la vez moderna, un espacio al medio de un amplio patio antiguo en el que casi dejé toda la tarde y con gusto me hubiese quedado hasta el anochecer. Me sentía tan en casa; llegó un chicharrín a mi mesa como cortesía y comenzó la música de fondo con el inigualable Son de Armonía de Razones, varios escalofríos me acompañaban, enmarqué en mi memoria el instante y lo dejé eterno en el pasillo de las experiencias a las que regresaré con gusto para revivir una y otra vez.
Una de las propietarias se acercó amablemente a saludarme, a contarme de sus sabores. ¿Pizza de chile relleno, de Pepián, de mole, de hilachas? aquellas combinaciones parecían una locura que sinceramente no entendía cómo iban a enfrentarse a cualquier paladar, minutos después comprendí todo y me dejé llevar por la nostalgia, por el sazón y las texturas, por esa BENDITA masa madre que tenía frente a mí, caí rendida entre hambre y regocijo ante una pizza con la mitad de Pepián y la otra de chile relleno. ¡Una mezcla acertada, exquisita y guatemalteca hasta el alma!
La propietaria me contó un poco más, La Quitapenas comenzó esta maravillosa experiencia en septiembre de 2021 y junto a su mejor amigo han creado cuidadosamente los sabores para acompañar dignamente cada pizza. Él es el experto en masa y ella la del sazón de la nostalgia, juntos decidieron materializar su sueño y personalmente, mucho les agradezco. Ella es la culpable de que exista una pizza de mole por la que sin duda voy a volver para degustar. Descubrí también que es fanática de Razones de Cambio y Bohemia Suburbana.
Darse a conocer no ha sido fácil pero La Quitapenas Pizzería está ganándose el paladar y corazón de nacionales y extranjeros que visitan el lugar de martes a domingo; la guatemalteca que creció en Mixco me cuenta que los comensales disfrutan según el recado de su preferencia, es decir, la pizza favorita no existe sino que depende de cada quién lo que considerará exquisito. Respecto a los precios, los considero accesibles en relación a la calidad y el sabor, una pizza es de buen tamaño para dos, y van desde Q60 hasta Q75.
Creí que mi experiencia gastronómica quedaría finalizada con la pizza y el chicharrín pero estos dos amigos guatemaltecos se atrevieron a más, a los postres y ¡Dios mío, qué postres! Las “chispudonas” son donas con una suave, dulce y adecuada textura para mezclarse con las opciones a elección, también 100% guatemaltecas, yo me dediqué en esta visita a la de cremita, es decir, una dona rellna de cremita con barquillos encima y cubierta con polvo de galleta, le agregué helado de vainilla y ¿para qué? para pedirle a usted, que por favor, no deje pasar el conocer esta espectacular combinación, ¡ufff! como bien dice el nombre del restaurante, que fue justamente inspirado en quitar penas, ¡yo olvidé las mías con esa dona!
Estimado lector, en la 5 avenida y 5 calla de la zona 1 capitalina, está este incomparable rincón, le estoy dejando pruebas de lo que le cuento porque tanta cosa buena junta parece imposible, en La Quitapenas Pizzería existe un mundo de sabores y colores que muy bien representan este hermoso país.
¡Enhorabuena a los propietarios! Ese sueño de emprendedores se convirtió en una realidad de profesionales de la gastronomía guatemalteca.
¡Adiós a las penas!
Aquí le dejo el largometraje que le conté, no se vaya a burlar; éramos patojos.