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SERGIO, “EL INFORMAL”

  • Foto del escritor: Valerie Rodas
    Valerie Rodas
  • 13 sept 2023
  • 3 Min. de lectura

El sol comienza a dar luces de su despedida, va poco a poco recogiendo sus rayos tal como lo hace Sergio con sus artículos y su desgastado banco de color verde; no es su nombre real, pero la inseguridad no permite que pueda publicarlo. Transita por las calles del centro histórico empujando su carreta para ubicarse en donde la Municipalidad se lo permita, situación que comprendo porque el orden es importante para que una ciudad funcione, pero entiendo también la necesidad de trabajar y generar ingresos para subsistir en un país en el que la informalidad en el sector laboral es lo que predomina.


Sergio está cerca de los 40 años de vida, su tez morena no conoce más que la informalidad porque es en lo que, junto a su madre, ha trabajado desde niño, son tres generaciones las que se han pasado la estafeta del comercio en las calles. Sergio es parte de esos miles de vendedores que según la temporada del año cambian su oferta al público y en este mes de septiembre, son las sombrillas y banderas lo más buscado.


La economía informal representa más del 70% en Guatemala. Y es que obtener un trabajo en una empresa es algo imposible para millones de guatemaltecos; los requisitos para optar a un empleo son inalcanzables tanto por escolaridad como por los recursos económicos para obtener la papelería requerida. El nivel de escolaridad en el país es muy bajo, con un promedio de tan solo 2.3 años de estudios según el Instituto Nacional de Estadística (INE) y es mucho menor en los departamentos de población mayoritariamente indígena, allí son 1.3 años los que en promedio se estudia.

Quién puede estudiar sin escuelas dignas y quién puede aprender con hambre.


Acertadamente, dijo para BBC Mundo, Maria Claudia Santizo, especialista en nutrición de Unicef Guatemala, lo siguiente: “Dicen que los niños son el futuro, pero es que en Guatemala no tienen ni presente". La tasa de desnutrición de niños menores de cinco años en Guatemala es del 47%, entre las diez más altas del mundo. Si alimento sustancial no hay aprendizaje. La entidad World Population Review reveló que Guatemala ocupa el puesto 196 en términos de coeficiente intelectual (CI) de la población entre 199 países del planeta, casi alcanzamos el último lugar; esto complica aún más el desarrollo y posibilidad de sumarse a la economía formal para millones de chapines.


Sergio me comparte que las banderas y productos que celebran el patriotismo van desde los Q5 hasta Q1400 si fuese un pabellón bordado. Ya está pensando en qué colores y diseños de gorros va a comprar para el último trimestre del año. Casi todos los artículos son producidos en China, incluso las banderas, al comprar por fardos es más económico así que se unen entre familia y amigos comerciantes para comprar la mercadería al por mayor. De todo lo que invierte, no recupera mucho ya que las ventas han disminuido conforme el paso de los años, especialmente durante y posterior a la pandemia debido a que miles de guatemaltecos se sumaron a la venta de artículos en las calles.


Hay días en los que, en sus palabras, “…no cae ni la bendición…” y otros en los que la venta compensa con hasta Q1500. Tiene tres hijos, todos van a la escuela pero también le ayudan en el negocio, él dejo de estudiar al alcanzar sexto grado de primaria ya que era necesario apoyar en el comercio a su madre porque si no, no había para comer.


Para la mayoría, trabajar en la informalidad significa obtener ingresos para sobrevivir únicamente; la pobreza en el país afecta a más del 50% de la población, sin embargo, el Banco Mundial indica que Guatemala es un país de ingreso medio-alto y es la economía más grande de América Central, por población y actividad económica. Esta contradicción es lo que se conoce en el mundo como desigualdad, misma que abunda en la tierra del Quetzal y la marimba.


Sergio me asegura que es posible sobrevivir vendiendo en las calles pero las jornadas son extensas y agrega: “…el que no trabaja, no come…” por lo que los fines de semana también los utiliza para generar ingresos. Se entretiene con música en sus audífonos y compartiendo las banquetas con los demás vendedores, mientras conversamos saluda a varios de ellos que pasan con sus carretas de hot-dogs, helados y frutas. Con un chiflido que recorre con un cosquilleo los tímpanos de cualquiera a pocos metros de distancia, saluda a un cliente conocido que se acerca a comprarle una bandera de Q60. Me despido para no interrumpir más su jornada.


Me alejo observando la variedad de artículos que tiene a disposición mientras guardo en mi bolsillo el pin de la bandera de Guatemala que acabo de adquirir; dejo atrás al sol guardando sus rayos y a Sergio sus productos.


Me voy soñando con una nueva era para la eterna primavera, porque lo merecemos todos.



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