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EL SIGNIFICADO DE “KOMBI” 🖤

  • Foto del escritor: Valerie Rodas
    Valerie Rodas
  • 13 ene 2022
  • 3 Min. de lectura

“¿Y ahora quién se baja a subir la puerta?” decía mi papá en un tono cómico de ironía y resignación, los ocupantes dentro, con cierta vergüenza con los transeúntes alrededor, nos escondíamos deslizándonos sobre los rojizos, amplios y cómodos asientos de cuero de la “kombi” hasta que finalmente alguno cedía y con un poco de fuerza, la amplia puerta corrediza del icónico automóvil familiar se colocaba nuevamente en su riel.


Su nombre original es “Transporter”, la primera versión arrancó en 1950 siendo la “T1”, le siguieron la “T2” y “T3”, mundialmente se le llamó “Kombi” por su nombre en alemán “Volkswagen Kombiwagen” abreviatura de “Kombinationfahrzeug” que significa “vehículo de uso combinado”.

Mi papá tuvo la T2, un modelo de finales de los años 70s, era de color blanco y la tuvo por décadas, lo que para muchos es un auto de colección, asociado con el surf o almas libres, para mi fue el carro en el que crecí y viví los momentos más alegres de infancia mientras pude disfrutar la compañía de mi papá, quien hoy estaría de cumpleaños, y aunque se fue hace casi dos décadas, su recuerdo permanece intacto.


Esta figura plástica descansa en mi casa sobre el escritorio de trabajo, mi mamá, quien afortunadamente, también cumple años en los próximos días, me la regaló recientemente. Me puedo distraer durante un largo tiempo observando su diminuto interior, recordando anécdotas como la de la puerta o el ensordecedor ruido del motor que despertaba a los vecinos a las 4 AM de lunes a sábado, porque a esa hora salía mi papá camino a la radio, en aquella kombi era fácil esconderse en la tercera fila de asientos, si la intención fuera sorprender a mi papá en el camino para pasar un día en el mundo radiofónico.


Cuando viajábamos, algo se descomponía pero mi papá ya sabía qué era y tenía el repuesto a mano, eran los beneficios de un auto de fácil mantenimiento, con una familia de 10, era lo más sensato. El amplio cenicero del carro permanecía bondadoso en monedas, era un tesoro codiciado por la familia. Mi mamá siempre iba adelante, en un espacio en que cabían hasta tres personas cómodamente. La camionetilla no tenía radio pero mi papá se las ingeniaba, no podía vivir ajeno a la música o las noticias así que llevaba siempre con él, un pequeño radio de baterías. Yo me paraba a ver cómo manejaba, recostada en su asiento, el espacio era tan grande que uno podía moverse de un lado a otro caminando.


Si nos enfrentábamos a alguna subida, sabíamos que nos teníamos que bajar del vehículo para que el pequeño motor hiciera bien el trabajo, esos momentos usualmente culminaban en carcajadas. Mi papá nos observaba por el retrovisor, consiente tal vez que aquello no era lo ideal o lo que hubiese esperado en su vida pero me consta que trabajaba mucho, descansaba poco y siempre soñó con darnos lo mejor, su único día libre era el domingo y lo ocupaba para entretenernos, sabíamos que ese día antes de salir, lavar el carro era un buen gesto y con manguera en mano recibía, la Kombi, un gran chapuzón en un callejón del centro histórico, cabe mencionar que intentamos entrar, en una ocasión, a una máquina de lavado de gasolinera y el resultado debido a la altura del carro, fue cómicamente… terrible. Digamos que si veíamos las películas de “Vacaciones familiares” de “Chevy Chase” con más de alguna escena nos identificábamos.


Aunque económicamente no fue una vida de lujos; emocional, intelectual y culturalmente mi papà nos dejó más de lo que se puede desear. Lamentablemente, en 2001, fuimos víctimas de un ingrato a toda velocidad en la zona 1, el carro de nuestra vida dio varias vueltas sobre el pavimento debido al impacto lateral, quedando inservible, mi papá acababa de hacerle varios arreglos estéticos, entre ellos una simpática bocina que hacía sonar a un ritmo inconfundible cada vez que llegaba a casa, varios golpes y la conmoción de perder el l carro fue el saldo de aquella tarde de sábado saliendo del Teatro de Bellas Artes luego de mi acto de clausura de 5to. Primaria. Mi papá vivió dos anós más luego de aquel incidente, tuvo un carro Audi, clásico, tipo sedán, bastante incómodo y que reducía la cantidad de personas que podíamos salir en paseos familiares. Estoy segura que esa pérdida, le dolió, la Kombi era parte de él, de su personalidad.


Largas conversaciones y memorables paseos familiares ocurrieron en este histórico automóvil de Volkswagen y por ello cada vez que veo alguno en la calle, la nostalgia me invade.

¡Qué especiales recuerdos!

Su memoria, querido padre, quedó inmortalizada gracias a sus valiosas enseñanzas, su inigualable voz y sin duda, su irremplazable Kombi.



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