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CRÓNICA DE UN SUICIDIO ANUNCIADO: "DALIA"

  • Foto del escritor: Valerie Rodas
    Valerie Rodas
  • 5 jun 2019
  • 8 Min. de lectura


“Una madre estaba decidida a lanzarse del puente El Incienso. La mujer quería quitarse la vida junto con dos niños que llevaba… La mujer, de 30 años, sólo dijo a los socorristas y a los curiosos del lugar que ya no soportaba, pues “recibía maltratos familiares”, por lo que había tomado esa fatídica decisión.” Un titular que muchos juzgaron y pocos lamentaron en redes sociales en esta semana, la historia de esa madre no termina con un punto final como en las notas periodísticas ya que como muchos guatemaltecos, esta mujer llegó a la conclusión de que no vale la pena vivir y lograr salir de ese trauma no termina en el rescate del puente. Tuve la oportunidad de conversar durante horas con una persona que también se acercó al puente El Incienso para quitarse la vida y le pido que prepare su mente para no juzgar, que se quite los prejuicios y comprenda la realidad que aqueja a muchos guatemaltecos. La vida no es sencilla para nadie, todos enfrentamos retos pero debo reconocer que los retos han sido muy fuertes para algunos.

Su identidad no es necesaria, basta con su historia, como me la contó se las cuento porque como bien dice Héctor Gaitán, todo cabe en lo posible. Una infancia cubierta por golpes, de esos golpes que hasta fiebre causaban, en sus palabras. A los 12 años decidió “rifarsela en la calle” cuando ni siquiera la naturaleza había decidido que fuera mujer; se fue de su casa cansada de los maltratos de parte de sus padres y es que es comprensible para ella que una madre se vuelva ”estricta” si es obligada a casarse con un hombre que estaba inmerso en el alcohol y al que nunca quiso, su madre no podía dar amor, solo palo; “Dalia”, que será el nombre para este relato, creció cerca de la frontera con Honduras, no jugaba sino cortaba café en la montaña; el día que decidió escapar lo hizo con una mujer que la abandonó en el camino para evitar problemas, Dalia encontró apoyo en un hombre de unos 35 años que conocía a su prima y le ofreció llevarla con ella, sin opciones aceptó la ayuda y en un bus cruzó el país para llegar a oriente donde las casas tienen pasillos largos y un amplio patio para aguantar el calor, según su percepción; el hombre le dijo que su prima no estaba en la casa y que durmieran para esperarla al día siguiente, intentó abusar de ella pero no lo logró porque Dalia, quien ha sido siempre gordita, en sus palabras, tenía el pantalón muy ajustado; al día siguiente el hombre le dijo “aquí no vive tu prima yo solo quería cog...te…” a Dalia no le quedó más que seguir su suerte y llorar, finalmente el abusador la llevó con la prima a quien le dijo “...aquí te la dejo, bien bonita va estar porque le eché medicina en los pechos...” y se fue, recuerda esas palabras con vergüenza me dice. En casa de su prima, Dalia sintió alivio, se recostó en la hamaca y descansó; su prima había salido de la casa y su esposo llegó en ese momento y le preguntó a Dalia si ella “tomaba”, le obligó a tomar una cerveza y al creer que estaba ebria intentó abusar de ella pero no lo logró porque Dalia escapó. En el mismo pueblo, una señora la intentó vender, el primer hombre al que fue entregada al verla llorar solamente le dijo que él tenía hijas y que mejor no le iba a hacer nada. Tres intentos de abuso en una semana, con 12 años de edad, fuera de casa.

Fue entonces a vivir con su hermana quien tenía una pareja sentimental, Dalia no sabía nada de la vida, ni siquiera leer. El cuñado de Dalia la veía por la puerta del baño, su hermana no lo creyó y le dijo “...qué te va a ver a vos..” con todo a su favor en una cultura machista un día el depredador logró su objetivo, en un motel le quitó la virginidad, Dalia lo cuenta serena porque a estas alturas ya se acostumbró a la malicia y dice “...ay Dios, me lambisqueó toda, en mis pechos llevo una cicatriz de lo fuerte que me agarró…” y así su cuñado abusó de ella un día sí y un día no, durante meses y constantemente le preguntaba si ya había menstruado para “evitarse problemas”, cuando el día llegó inmediatamente le dió pastillas anticonceptivas; la acusaba de estar con otros hombres y le lavaba con fuerzas sus genitales en la regadera de aquel sucio motel. Un día su hermana encontró las pastillas anticonceptivas de Dalia y contrario a defenderla la acusó con toda la familia de haberse metido con su marido, nadie le creyó a Dalia.

Los detalles son muchos, me centro en los momentos más impactantes por la brevedad que requiere un relato. Pasaron un par de años y situada ya en un trabajo, viviendo con una amiga, viajaba siempre a visitar a su madre, en el bus coincidía siempre con el mismo ayudante del chofer, un día ese ayudante no paró el bus en la parada en donde Dalia bajaba, siguió de largo y la secuestró, me cuenta que con tantos golpes de la vida se sentía “como un animalito desprotegido” y dejó de luchar, se resignó y aquel hombre la presentó como su esposa, así que tenía ahora “una suegra” que la vigilaba para que no huyera y “su nuevo marido” llegaba cada 8 días a verla y preguntarle si estaba lista para acostarse con él porque él era bueno y no quería obligarla, con el tiempo Dalia entendió que ese era su destino y que ya no tenía nada que perder, las relaciones sexuales comenzaron, a los 14 años, no quedaba embarazada entonces la llevaron con una curandera del pueblo “y la sobaron” porque tenía un problema de matriz por tanto café que había cargado desde la montaña, al menos eso le dijeron y “la sobada de vientre” resultó, tuvo a su primera hija de quien no se arrepiente me aclara.

Pasaron los años y el marido de Dalia se ganó la confianza de su madre, eran ahora una familia “unida” pero este hombre ahora ya no era tan amable con Dalia, le pegaba constantemente, años más tarde descubriría que le era infiel con su hermana, esto fue un dolor muy grande para Dalia y nuevamente su madre no le creyó, su hermana era “intachable” y Dalia ya tenía antecedentes de “mentir” y fue allí donde comenzó a enloquecer porque la vida ya no era para ella. Ese día tomó un taxi, llorando y decidida a que ya no tenía familia y que su vida no era de valor para nadie, ni siquiera pensaba en su hija porque el dolor acumulado de tantos años finalmente la había llevado al límite, pidió dirigirse al puente, el taxista llevaba música cristiana, para ella él fue un ángel, llegaron al puente y ella tenía decidido bajar en medio de los autos y quitarse la vida lanzándose al vacío, el conductor se arrepintió y no se detuvo, Dalia ya no recuerda más porque estaba en una crisis nerviosa, recuerda que estaba en el Parque Colón y en una banca pasó esa noche.

Como mencionaba al inicio de este relato, para una persona que pasa por este momento de desesperación la historia no termina con no tirarse del puente, Dalia fue despedida de su trabajo luego de este incidente y sin oportunidades ni apoyo familiar buscó ayuda de amistades, no necesariamente personas en una mejor posición y así llegó a un bar en donde durante una semana se dedicó a beber sin parar y fue despedida por no atender a los clientes sexualmente; al salir de allí fue a buscar empleo pero encontró una salida más sencilla y como el sexo ya era algo familiar desde muy joven, trabajó en una casa cerrada, un prostíbulo en donde según ella no recibía maltratos y digo “según ella” porque personalmente creo que vender sexo y consumirlo es una forma de maltrato.

Me cuenta que la depresión seguía latente solo que ahora generaba ingresos por arriba del promedio para mantener a su hija y ayudar a su madre y hermana, casi un año se dedicó vender a su cuerpo, cuando habían días que no quería trabajar entonces pagaba la multa de Q100 al dueño de la casa y se iba a un bar a ingerir alcohol, en el prostíbulo conoció a buenas amigas y una de ellas le dijo que dejara esa vida por su hija y así fue, se retiró y consiguió trabajo en un maquila en donde ganaba Q1400 al mes, descansando domingo y obedeciendo las exigencias de “los chinos” 1000 piezas por hora. Su madre finalmente se enteró de la infidelidad del marido de Dalia y enfermó de dolor porque sabía que había sido muy dura con ella, tuvieron un proceso de perdón y Dalia sanó las heridas con su madre quien ya falleció, se quiebra cuando me habla de ella, y no es para menos ese fue el foco de su dolor durante mucho tiempo.

Conoció al padre de sus hijos, un señor que le ofreció un hogar y hacerse cargo de su hija, estuvieron juntos casi una década, tuvo 2 hijos con él y la vida de nuevo parecía no darle tregua, él la engañó, de vuelta a las malas amistades conoció un nuevo amor, este si le daba protección, la sacó de los malos pasos pero tenía muchas mujeres más, de las que Dalia sabía pero con las que no coincidía en las visitas, porque cabe mencionar que este hombre estaba preso por secuestro, justificado en que los ricos ni un plato de comida regalan sino prefieren tirarla a la basura. Murió en la cárcel luego de 3 años de relación, fue de un infarto porque ya era viejo y tomaba muchas pastillas para cumplirle a todas sus mujeres, según Dalia.

Dalia se encerró en su cuarto durante meses, no quería saber nada de sus hijos, no quería recibir un solo rayo de sol, no se bañaba, se dedicaba a fumar, la depresión la estaba arrastrando fuerte una vez más. Se fue a EEUU, de mojada, pidió asilo pero le fue denegado, recibió una llamada de su hija que le decía que tenía hambre y no sabía qué hacer aquí en Guatemala, Dalia regresó, le dijo a sus hijos “si hay carne, comemos carne y si hay solo tortillas comemos tortillas…” y rehizo su vida, alejada de los vicios, de la prostitución y dedicándose a sus hijos, yo hablé con una mujer fuerte que no se oía lastimada por la vida sino optimista, ahora se valora a sí misma, asegura que el sexo sin amor no tiene sentido y que amarse a uno mismo es lo mejor que se puede hacer, desearía tener el carácter que tiene ahora para haber detenido a cada abusador de su pasado, un recorrido muy largo para una mujer de un poquito más de 30 años, y que es lamentablemente la realidad de muchas mujeres guatemaltecas, esta historia nos enseña a no juzgar, todos cargamos una mochila con nuestras alegrías, tristezas y adversidades, para algunos es más pesada que para otros y en lugar de señalar debemos ayudar, comenzando con construir y no destruir con las palabras.

Dalia es una mujer resiliente ¿usted se atreve a juzgarla? yo no. Según datos de la Policía Nacional Civil en el 2018 se registraron 475 casos de suicidio, 88 fueron mujeres y de enero al 26 de febrero de este año, se reportan 97 casos de suicidio, 15 de mujeres. Se supone que existe la línea de prevención del suicidio en Guatemala, el teléfono es el 53925953, llamé para asegurar que funciona pero nadie me contestó, entonces ¿cómo las autoridades abordan esta problemática?

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