LORENA: MINIATURAS Y RESILIENCIA
- Valerie Rodas

- 9 sept
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 11 sept
Lorena es una mujer guatemalteca que ha vivido más de cinco décadas de intensidad, actualmente recrea escenas de forma muy peculiar. Ha estado acompañada de retos gigantes y sueños en miniatura.
Nació un 10 de septiembre; es la mediana de tres hermanos.
Solía sentarse frente a un televisor pequeño junto a su hermano mayor para ver a Topogigio, aquel ícono de la cultura pop infantil de antaño: un ratoncito diminuto, de orejas grandes y mirada tierna, que parecía salido de un mundo donde lo frágil y lo pequeño tenían un valor inmenso. Lo mismo sentía Lorena por las miniaturas.
Durante nuestra conversación percibo a una mujer que se ha hecho fuerte con el paso de la vida; a una artista que se emociona cuando comparte detalles de su obra; a una soñadora, pero que tuvo la suficiente determinación para levantarse de la cama luego de una terrible enfermedad de hipertiroidismo.
Lorena Altán no dejó de perseguir su objetivo de infancia: construir una pequeña casita como la de Topogigio.
Desde los 9 años solía utilizar papel mojado para moldear pequeñas figuras. Usaba recortes de prensa que luego convertía en diminutas obras de arte para ella.
Sus maestras solían llamarle la atención por sus constantes “distracciones” con las miniaturas. Me cuenta que guardaba su trabajo en miniatura en una caja que protegía como un tesoro y, con gracia, recuerda que, para la época del terremoto del año 76, era lo único que le interesaba resguardar del peligro del movimiento.
Se graduó de Perito Contador, pero en la universidad tuvo la oportunidad de obtener la titulación de Diseño Gráfico, la vida universitaria fue de logros y la oportunidad de explotar su creatividad. Coleccionando todo lo que encontraban en su camino por bazares y diversos locales comerciales.
En el 2006 comenzó la pesadilla: primero, con vértigo durante tres años, lo cual impidió avanzar; y posteriormente, un 27 de abril de 2011, fue diagnosticada con problemas de tiroides. Tan solo unas semanas después, su esposo falleció.
Lorena se quedó en cama, con problemas de salud que le impedían valerse por sí sola. Su hija adolescente y familia muy cerca le ayudó. Viuda y enferma, Lorena no hubiera logrado sobrevivir a esa etapa sin la valiosa ayuda de su hermano, con quien solía ver a Topogigio. Su papá fue también un gran pilar es la etapa de la enfermedad.
A pesar de que percibo su fortaleza, mientras narra algunas de sus vivencias de dolor, ansiedad y zozobra, su voz se quiebra durante algunos segundos. Hace una pausa y se recompone para continuar su relato.
Afortunadamente, en 2015 conoció al jefe de la unidad endocrinológica del Hospital Roosevelt al realizar una revisión de rutina. Recuerda que el doctor le pidió que le contara todo desde el primer día de sus síntomas, porque su semblante, de apenas 70 libras, demostraba que la estaba pasando tremendamente mal. A la semana de esa conversación le fue aplicada la terapia de yodo radioactivo, y fue así como, en un mes, bastó para recuperar su vida y su sueño. Y es que, mientras la artista estaba en cama, pensaba en todo lo que iba a hacer al volver a caminar: “Solo me levanto y hago los muebles para las miniaturas”.
Con cincuenta quetzales fue al centro de la ciudad y compró madera, un bote de pegamento y una pequeña sierra. Así, nuevamente con el apoyo de su hija y su hermano, arrancó la producción día y noche. Ya con todas sus miniaturas listas, fue paciente y persiguió todos los días su visión de tener su obra exhibida. Tenía la certeza de que Dios le daría el momento y el espacio adecuados para ello. Su meta se materializó: Altán expuso sus miniaturas en la Galería del Hipódromo del Norte, en la ciudad de Guatemala, en 2019.
Durante la pandemia su negocio despegó. También colaboró en la creación de un libro para colorear que se convertía en una casita al abrirlo y, hasta hoy, la vida le ha dado fines de semana muy ocupados para vender su obra y también compartir su historia de vida con quienes van más allá y le preguntan cómo nació todo. Ha sido invitada a los bazares de Arquitectura de la USAC y de la Municipalidad de Guatemala. Constantemente visita centros comerciales con su carretilla repleta de miniaturas. Fue así como la conocí: al detenerme, impresionada, para observar sus piezas, desde tamales y herramientas hasta pasteles. Un talento indiscutible.
Lorena elabora sus piezas de porcelana o de madera, todos los días; cada una le puede tomar un par de horas. Su trabajo es apreciado especialmente por coleccionistas. Resulta admirable la forma en que logra obtener el color casi exacto de los objetos. Su casa es su taller, un espacio que acompaña con música romántica en español, con los recuerdos del pasado y las alegrías del presente, tales como la oportunidad de ser abuela, tener salud y un trabajo que disfruta.
De Lorena, lo más admirable no es solamente su talento, sino la perseverancia para alcanzar su visión a pesar de todos los tropiezos.
Su historia de vida es la materialización de la resiliencia.
Del 12 al 18 de septiembre, Lorena Altán y sus miniaturas estarán en el centro comercial Peri Roosevelt. Una exhibición imperdible.
Yo me quedé con un tamal, unas tiras de pan y la alegría de conversar





















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