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EL GRAN ABUELO, LO QUE SÉ DE MAXIMÓN

  • Foto del escritor: Valerie Rodas
    Valerie Rodas
  • 21 may 2019
  • 4 Min. de lectura


Es un lugar mágico Santiago Atitlán, por fortuna de mi destino tengo acceso a la casa vacacional de personas muy queridas y cercanas a mi; es una casa sencilla con lo necesario para desconectarse del estrés citadino y está muy cerca del Lago de Atitlán, el lago más bello del mundo según National Geographic. Lo que relato a continuación pasó hace varios años y lo traigo a recuerdo por una publicación reciente en la que mencioné a el “ser” descrito en las próximas líneas. A Santiago Atitlán ubicado en el departamento de Sololá lo encuentro místico, me parece un pueblo lleno de historias, silencioso y con habitantes que parecieran estar siempre en paz.

Ese sábado de septiembre llegamos a mediodía tal vez, el clima era frío, estaba nublado y pasamos cerca de un hospital que acababan de construir e inaugurar a pocos kilómetros de nuestro hospedaje lo cual nos pareció conveniente en caso de cualquier emergencia ya que algunos asmáticos íbamos a bordo aunque en mi caso hacía muchos años que una crisis respiratoria no se asomaba. El plan era quedarnos tres noches, luego de desempacar y familiarizarnos con la tranquilidad decidimos tomar un tuc-tuc hacía el centro del pueblo para dar una caminata y tomarnos una foto con el monumento de la moneda de veinticinco centavos que lleva el rostro de la sololateca Concepción Ramírez Mendoza, más conocida como “Chonita”. Tuvimos una idea más para nuestro recorrido y fue ir a visitar a Maximón, creímos que sería una experiencia turística, comenzamos a preguntar a los lugareños cómo encontrarlo y algunos nos vieron con sorpresa porque también un niño formaba parte de nuestro grupo. Escucho un poco de marimba mientras escribo esto y viene el recuerdo de los relatos del fantástico narrador, locutor y escritor guatemalteco Héctor Gaitán.

Seguimos las indicaciones y nos encontrábamos atravesando varios callejones desolados, la neblina hacía de las suyas, reíamos nerviosos pero curiosos de saber qué encontraríamos, nos dió un poco de miedo al acercarnos cada vez más porque en los alrededores habían varios alcohólicos recostados en las banquetas. Llegamos a un callejón estrecho, una casa de dos niveles y largos pasillos pintados de verde era el hospedaje de Maximón, una mujer reía a carcajadas pero la risa no era natural, la casa era oscura, nos invitaron a pasar como si nada extraño ocurriera alrededor, alguien lloraba también en las cercanías, la atmósfera era incómoda, entramos a un cuarto oscuro y había una especie de ataúd, no recuerdo muy bien la historia que nos dijo “el guía” pero si la memoria no me traiciona dentro la caja mortuoria estaba representada alguna persona cercana a Maximón quien estaba al lado con su sombrero, cubierto con una máscara, rodeado de veladoras, humo de cigarro y con una caja dispuesta a recibir ofrendas.

La obra “Los escándalos de Maximón” escrita por Michael E. Mendelson menciona que “los dos mundos, el pagano y el cristiano, se reúnen en Maximón; en él se han institucionalizado el conflicto y la ambivalencia”; en Sololá, específicamente en Santiago Atitlán se le relaciona con “Rilaj Mam” es decir el gran abuelo protector de los tzutujiles, quien fue puesto en la tierra por los creadores del universo según el Popol Vuh. De acuerdo al escritor Mendelson, también se ha dicho que es Judas Iscariote, Pedro de Alvarado, San Andrés, San Miguel o San Pedro. Sus seguidores lo visten de diferentes formas. El pueblo tzutujil suele colocar un pantalón corto al que le llaman skof, de color blanco con bordados de figuras de pájaros. Estos se sujetan con un cinturón denominado pax, por lo regular rojo con un nudo hacia el frente que cuelga en la zona de los genitales. La camisa, ajtun, similar a las que vestían los españoles del siglo XVIII, se confecciona con tela jaspeada de color rojo, azul y verde. También se le coloca un saco oscuro. A veces corbata. En la espalda, en ocasiones, lleva un tzute rojo y café que simboliza poder y jerarquía. Su cabeza es cubierta con pañuelos de distintos diseños. Por último, su tradicional sombrero de palma o de estilo tejano.

Salí de la habitación porque no me gustaba lo que me hacía sentir el ambiente, el resto del grupo se quedó escuchando la historia del “difunto” y la del “Rilaj-Mam”, la desesperación me alcanzó pronto y a algunos miembros del grupo también, habían algunas personas en los pasillos que parecían estar en trance haciendo algún tipo de rezo, finalmente estábamos todos listos para salir, en un tono místico y de advertencia la ofrenda a Maximón fue sugerida por el “guía”, algunos accedieron por precaución, yo no, no dejé ninguna moneda porque me rehusaba a tener alguna conexión con él; caminamos de regreso a casa, estábamos incómodos porque la experiencia no había sido turística sino aterradora tal vez, la noche llegó en nuestras habitaciones después de cenar, hacia la medianoche dos personas del grupo comenzamos a tener dificultades para respirar, qué alivio que el hospital estaba cerca, resultó que después de muchos años tuve que amanecer con asistencia para respirar rodeada de enfermeras, había tenido una crisis de asma complicada y no sé por qué mi mente relacionó el hecho a ese “ser”, decidimos acortar la estadía y retornar a la ciudad, pasamos por el “paso misterioso” donde en un punto de la carretera de San Lucas Tolimán hay un misterio con la gravedad y las cosas suben en vez de bajar; un accidente fatal estaba adelante, la superstición estaba jugando con mi mente y pensaba si el viaje estaba resultando tan poco agradable como resultado de aquella moneda que negué.

Un mes después enfermé de gravedad, algo similar al dengue, todo parecía ser simplemente coincidencia pero el resto de ese año estuvo lleno de desaciertos, poca salud y mal humor, así que cuando a mi me preguntan sobre Maximón les respondo que no creo ni dejo de creer y lo mejor que puedo hacer es nunca más estar cerca de él. Hay quienes creen en su bondad y no quiero faltar el respeto respecto a sus creencias, lo anterior fue mi experiencia y tal vez todo fue una desafortunada casualidad. Sea cual sea la realidad, el culto a Maximón es parte de las tradiciones de nuestro país y como ícono cultural resulta muy interesante 🇬🇹

Lo que es indiscutible es la belleza de Santiago Atitlán y la majestuosidad del lago que es digno de admirar ¡hermosa Guatemala!




Foto: Valerie

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