💧GERMAN, EL PLOMERO👨🔧
- Valerie Rodas

- 22 feb 2021
- 3 Min. de lectura
El agua fría que me rociaba fuertemente el rostro me despertó por completo, un chorro se había quebrado en el garage de mi casa; el sueño de las primeras horas de la mañana y la confusión de ver el agua avanzar caóticamente sin parar, me hizo suponer que podría detener la presión con un pequeño objeto, fue inútil, me empapé y entre risas entendí que necesitaba la inminente ayuda de un plomero. Llegó German, nombre ficticio, una hora después de solicitar sus servicios.
Se define como plomero al “Técnico en trabajos de instalación, mantenimiento, reparación, etc., de las conducciones de agua y aparatos sanitarios de una vivienda o edificio.”; un oficio más de los muchos que nos salvan la existencia en una emergencia a quienes tenemos el privilegio de contar con un techo, electricidad y agua potable en este país.
Este episodio en mi vida pudo ser solamente un empapado y cómico recuerdo, pero se convirtió en el relato de German. A los 13 años de edad, este guatemalteco vió la necesidad de tener un empleo, tal y como pasa con muchos menores en el país, se dedicó entonces a los estudios por la mañana y el trabajo por la tarde y fines de semana, algo que le resultaba obviamente agotador, sustituyó los estudios por el empleo y se sumó a la fuerza de trabajo de un señor que realizaba instalaciones eléctricas cerca de su vivienda; me cuenta con nostalgia que “el Don” era “rebuena gente” y lo ayudó a construir un ahorro reteniendo una parte de su salario durante toda su juventud, incluso le regaló de palabra, a él y a sus compañeros, un carro para que se transportaran y así entre compañerismo y cuentas claras aquel negocio prosperó.
German siguió compartiéndome su historia como si hacía mucho tiempo no la contaba; vestía botas de trabajo, mascarilla, y ropa reflectiva por la naturaleza de sus labores, conversaba mientras reparaba. “El Don” falleció y con él las esperanzas de que el negocio que le daba alimento permaneciera, pero afortunadamente, a los 21 años de edad, German ya tenía ahorros para construir en un terreno que le fue heredado, así lo hizo y es la casa que hasta la fecha habita con su familia. Encontró inmediatamente un nuevo trabajo con su tío, un plomero que le enseñó el oficio y así formaron hace 20 años una exitosa empresa familiar; me dice que el secreto para que funcione es decirse las cosas incómodas en el momento y solucionarlas, como le enseñó su papá, “...hablando y sosteniendo el honor de cumplir con la palabra...” enfatiza German con un tono de voz serio y la mirada fundida en un recuerdo.
Me causa alivio saber que la reparación que solicité es de las más comunes, le sigue la de sanitarios, desagües, bombas y depósitos de agua. El oficio de la plomería es bien pagado pero no es constante y por ello se debe saber administrar lo que se recibe en el día ya que hay semanas sin solicitudes, ni ingresos económicos. German me cuenta además que no todos los clientes son buena paga y sorprendentemente quienes más le han “quedado mal” son personas de sectores residenciales lujosos, tal es el caso, me comparte, de un famoso deportista que aún le debe Q1800 y llegó al punto de ignorar sus llamadas para evitar saldar su deuda. Pero German se dice a si mismo resignado, que en la vida, todo regresa.
Desde la pandemia lo complejo ha sido acudir a los hogares y que se respeten las precauciones de salud; en una ocasión trabajó reparaciones en una casa y al salir, el guardia del residencial, le hizo saber que en aquella vivienda habían dos personas infectadas de COVID, esto representó para German, aparte de un disgusto, 15 días de aislamiento de sus seres queridos y por supuesto el no poder salir a trabajar por precaución y responsabilidad. Aquel plomero aplicó cemento al espacio que había removido en la pared de mi casa, hizo algunas pruebas exitosas con el nuevo chorro instalado y me sentí aliviada. German me contó su historia contento y orgulloso; agradecido con la vida se despidió de mi, observándome tras sus gruesas gafas, y así concluyó su visita.
Gracias a los plomeros, electricistas y “mil-usos” que trabajan con esfuerzo y dedicación para solventar emergencias cotidianas de los hogares guatemaltecos. Y si usted, querido lector, requiere la ayuda de alguno, recuerde que todos tenemos una historia que tal vez querríamos contar.








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