LA HISTORIA DE UN TAXI, EN LA ZONA 18...
- Valerie Rodas
- 31 may 2018
- 4 Min. de lectura
Y si te dicen toda la vida que esa zona es peligrosa y hay muchos delincuentes, pues te la crees. No es una zona que deba recorrer frecuentemente, y las veces que lo he hecho ha sido en carro pero en esta ocasión, me subí al Transurbano y así llegué a “Los Olivos”, en la zona 18 de la ciudad de Guatemala; el viaje en Transurbano estuvo bien, nada extraño, era domingo, confieso que me dió un poco de miedo seguir mi camino desde “Los Olivos” en el bus que transitaba hacia mi destino y con el afán de conocer un poco más a alguien del sector, en lugar de un Uber, tomé un taxi blanco y he escuchado tantas malas historias en la zona 18, específicamente en taxis que al momento de abordar no me quedó más que pensar “a la mano de Dios...” hoy les puedo decir que fue demasiado drama para lo que en realidad sería, un viaje totalmente normal como en cualquier otra zona de la ciudad.
Y así conocí a “el taxista”, sin nombre, es mejor el anonimato, llevaba un tatuaje en el brazo, pero no de una “mara” sino de un nombre, luego entendería que era el nombre de su hermano; manejaba tranquilo y cuando pasabamos por la colonia “Maya” yo estaba casi segura que moriría por una bala perdida y él. mientras tanto, utilizaba su celular tranquilamente y con los vidrios abajo ¡qué valiente! Dejé la paranoia sentada a mi lado -por cualquier cosa- y me decidí a platicar con él, me contó que siempre ha vivido en el sector y ha trabajado como taxista al igual que sus dos hermanos quienes fallecieron, en momentos distintos, a manos de las pandillas del sector, todo por robarles sus taxis, aún así él vive tranquilo y me asegura que utilizar el servicio de taxi no es peligroso, me indica que si uno escucha malas historias es porque seguramente el automotor es robado y son los delincuentes quienes se dedican a cometer fechorías. Para él, trabajar para Uber “es tonto”, considera que es una “extorsión legal” ya que él tiene que pagarle a alguien más por trabajar, se exalta al hablar del tema y se me hace curiosa su reacción al respecto ya que en efecto, “el taxista” me cuenta que si paga extorsión a las pandillas del sector para trabajar tranquilo y al contarme esto no se muestra exaltado ni preocupado. Me cuenta que desde hace unos años en el sector no hay asaltos, me asegura que puedo estar tranquila, la paranoia sigue sentada a mi lado -por cualquier cosa- y en ese momento me siento capaz de soltar su mano, el taxista me indica que paga Q100 de extorsión a la semana y es a una persona distinta cada vez, según él, las pandillas son la causa de la tranquilidad en el sector, si se paga entonces se está “protegido”. Le pregunto entonces por qué hay tantas noticias de asesinatos y sin dudarlo afirma que eso les pasa a quienes no pagan; percibo a través de sus ojos que es un ser humano de buenas intenciones pero no comprende cuánto ha normalizado la violencia y cómo pareciera estar de lado de “los malos”.
Le pregunté acerca de la protección de la policía en el sector y me cuenta que en una ocasión llevando de pasajero a un agente de la PNC le preguntó por qué llegaban tarde al llamado de emergencia cuando ocurrían homicidios, me cuenta que el agente le respondió que él era el sustento de su familia y llegar a tiempo al llamado representaba arriesgar el sustento de sus seres queridos por un crimen que seguramente quedaría impune; en ese momento pensé ¡qué cobarde policía! pero inmediatamente comencé a reflexionar con sus palabras, si el Estado no te ofrece un buen salario como policía ni un excelente plan de seguro de vida, ni capacitación constante, etcétera… tal vez hasta tenga un poco de razón al no ejercer su deber. Estoy llegando a mi destino, y para culminar la conversación le hago la pregunta que no dejaba de rondar por mi mente: “-¿Para usted la extorsión es normal, esto está bien?” me mira fijamente, voltea y observa a su alrededor moviendo la cabeza de un lado a otro como cuando uno piensa “más o menos” con la cabeza y finalmente luego de unos 5 segundos de análisis interno me responde: “-No seño, no es normal, pero es lo que hay…”.
Fue una conversación muy interesante, me pareció una representación clara del miedo convertido en costumbre, la terrible costumbre que estamos teniendo respecto a la violencia y el poder que hemos otorgado a grupos delictivos con nuestro silencio, con la cobardía de la ley y la falta de interés del Estado. Lección aprendida, la zona 18 no será la más segura de la ciudad pero si es donde viven muchos guatemaltecos inocentes, trabajadores que no están ligados a pandillas y a pesar de ello deben vivir con el estigma de una sociedad que desde que tengo memoria, señala este sector como un matadero donde si no pierdes la vida seguramente te robaran tus pertenencias si te acercas, pues bueno, no me asaltaron aunque confieso que la paranoia... si se bajó del taxi conmigo.

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