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LA MATERNIDAD QUE NO SOÑÉ

  • Foto del escritor: Valerie Rodas
    Valerie Rodas
  • hace 14 minutos
  • 6 Min. de lectura

Con la copa de vino en la mano, respondí a la llamada que nos cambió la vida… una vez más.


Me senté en el nuevo amueblado y pensé: “…ahora tendré un espacio al aire libre para escribir… tengo tiempo libre y todo lo necesario para concentrarme…”


Era una noche de viernes, estábamos celebrando la remodelación del área de jardín en casa. Me llevé un pedazo de pizza a la boca y sentí que la vida estaba casi resuelta. Nunca he querido tener hijos. Nunca he sido fanática de los bebés y sentía que la libertad que había en mi vida por ello, era un tesoro. Me había prometido también que saldría del programa de familia de acogimiento temporal porque la primera experiencia; a pesar de que fue maravillosa, fue a su vez compleja en varios aspectos, especialmente el emocional.


Semanas antes de aquella noche de mayo, había visto la serie de Moisés, un hombre a quien Dios llamó para entregarle retos que parecían imposibles, Moisés dudó, lloró, se frustró, pero tuvo plena confianza en Dios, aquella historia se había quedado en mi corazón. No quiero dar una impresión errónea, no asisto a ninguna iglesia y mi forma de vida dista de la perfección espiritual; pero siempre he creído en Dios y en seguir Su Voluntad respecto a los actos de servicio que Él pone en nuestro camino.


Esa noche de 2024, que casualmente vestía igual a la noche del relato del 2022, recibí una llamada, al otro lado escuché: “Hay un recién nacido y si no encontramos una familia en los próximos minutos, irá a una casa hogar…”


Me limpié las migas de pizza de la mano y observé la copa de vino, respiré profundamente, y coloqué la copa lentamente sobre la mesa; vi mi existencia desde un plano externo, como en una película y sentí a Dios a mi lado dándome una palmada en la espalda, hasta sonriendo con ironía, como si me estuviera pidiendo un favor, uno que a mi parecer era tan absurdo y abrumador, como los encargos que hizo a Moisés. Mi miedo no era tanto por lo que venía sino por la certeza que tenía de que me lo estaba pidiendo, inminentemente, Dios. Yo sabía que esa misma tarde había tenido un momento profundo de reflexión respecto a la maternidad y a si debía salir o no del programa de familias temporales, Su respuesta me llegó muy pronto. Tal como en el 2022.


Tan solo teníamos cinco minutos para tomar la decisión.


Aceptamos.


Unas horas después, pasada la medianoche, mis ojos estaban completamente abiertos, y exclamé en voz baja: “¿Qué hice? Me va a llevar la gran P…”


Amaneció y en mis brazos tensos e inexpertos estaba su existencia, tan pura, tan real, tan frágil y a la vez tan fuerte; había luchado por vivir y se aferró a nacer aún en condiciones de embarazo deplorables. No por culpa de su madre biológica a quienes sería fácil juzgar, pero sus circunstancias son lamentables, mismas que son el reflejo de esta fragmentada e injusta sociedad.


Apenas sobrepasaba una semana de vida y su aspecto era ya de descuido, unos buenos amigos le regalaron un “kit de inicio de la vida” que incluía desde un termómetro hasta un pequeño moisés para dormir. Las felicitaciones y buenas intenciones llegaron a nuestro hogar de una manera hermosa, y allí estaba yo, aprendiendo a cambiar un pañal a un cuerpo tan frágil y a cómo bañarle sin irritar sus ojos. De un día a otro, la vida era completamente distinta y su llanto me recordaba a cada instante su dependencia que retaba por completo mi amada independencia.


Soy su cuidadora principal porque tengo el privilegio de trabajar desde casa. El primer día de labores y que me quedé completamente a su cargo, sentí la presión de ser la única responsable de su supervivencia. Aprendí a sacarle el aire con leves palmadas a su diminuta espalda, y curiosamente una canción infantil, la de los pollitos que dicen “pío” cuando tienen hambre y frío, fue la que rondó en mi cabeza cada día de inexperto.


La fórmula para permitir la continuidad de los días, es sencilla: alimento, abrigo, descanso y amor. Sucede que actos tan básicos, repetidamente, resultan demandantes cuando se combina con una vida profesional y las tareas del hogar.


Mi cerebro no es el mismo que hace un año, mi enfoque es el de la supervivencia de este hermoso ser humano, escribir ya no es tan sencillo, tampoco leer, porque mi concentración esta nublada por el cansancio y las mil cosas que debo controlar. Algunos días parecen eternos, otros días parecen fluir sin problema, pero sobre todo, cada día hay asombro de ambas partes, de su lado por descubrir el mundo y desde mis ojos por ver sus avances, esos pequeños logros que marcan la diferencia entre una vida en el marco de la normalidad o una vida con discapacidades físicas o intelectuales, claro está que su valor como persona está intacto independientemente de cuál sea su realidad, pero es innegable que la vida, con retos adicionales en el desarrollo, es una causa de preocupación para cualquiera que esté en el camino de la crianza y de pensar en el futuro.


Las primeras semanas quería ir al hospital por cualquier cosa, desde heces de colores peculiares hasta una nariz tapada; desarrollé con el tiempo la capacidad de discernir entre utilizar mi sentido común o escribirle un mensaje al pediatra a deshoras.


Su diminuta mano entrelazada con la mía o en mi rostro antes de dormir, es una de las sensaciones más impresionantes que he tenido; su sonrisa me quita el mal humor del desvelo que me causa y ser testigo de cosas tan simples como su primera comida me han sacado hasta las lágrimas de emoción.


Lle celebro todo, mi galería de fotos está llena de sus días, y es que hasta cuando logra hacer un movimiento o una nueva vocalización, siento profundo agradecimiento con Dios. Cada nueva etapa, cada nuevo diente, cada centímetro que crece o cada libra que aumenta de peso, absolutamente todo, me causa una clase de alegría que me resulta indescriptible y palabra de honor, que he sido muy feliz en muchos aspectos y ocasiones, pero esto es distinto, conlleva una ternura que desconocía.


Y aunque su paso por mi vida es temporal, porque la ley así lo indica y porque voluntariamente me inscribí a un programa que incluye la palabra “temporal”, para mí ha dejado una huella eterna. Su caso, legalmente, ha sido complejo porque no hay aún un recurso viable y porque estamos evaluando ciertos aspectos de su salud todavía, pero inminentemente, conseguirá una nueva familia que pueda darle un apellido y mucho amor.


Algunos me preguntan que cómo es posible que me pueda desprender, que cómo es que puedo invertir mi dinero y vida en algo que no es “mío”, incluso un doctor sugirió que unos exámenes podría no hacérselos para no gastar “por gusto” en alguien que no lleva mi sangre. La respuesta es clara, el dolor de su nuevo viaje va a estar en mi alma, jamás voy a borrarle de mi mente y corazón, tampoco “recuperaré” el tiempo y recursos invertidos, pero esta pequeña persona me está dejando a mí una lección de vida invaluable y sé también que mi propósito es ayudar, y lo seguiré haciendo con más niños conforme me sea posible porque Dios, así me lo ha pedido a mí y a quienes me acompañan en esta travesía.


Es una cuestión de fe, un acto libre de ego, tal y como Jesús estuvo en una familia temporal terrenal y sus padres le amaron aún sabiendo que se iría de su lado.


La vida no es fácil, servir requiere sacrificio, pero la recompensa es inmensa a nivel personal y su fabulosa presencia en mi vida en este momento, supera cada minuto que se ausentará en el futuro.


Estoy viviendo la maternidad que nunca quise, y que sigo sin desear.


Ahora comprendo que ser madre es un regalo espectacular en la vida, y para quienes lo aceptan y buscan, es una obra de amor incondicional que me resulta ¡maravillosa!


Este momento de mi existencia me hizo entender a profundidad que si hoy estamos aquí es porque alguien nos amó a tal punto que cuidó cada segundo nuestra respiración, esa persona es mamá y puede ser una biológica, una adoptiva, una de acogida temporal, una tía, una hermana o una abuela.


Mamá es esa persona que con dulzura, paciencia y ternura, nos cantó canciones de cuna mientras nos observaba fijamente deseándonos todas las cosas buenas de su corazón.


¡Feliz día de la madre, mujeres excepcionales!


Hoy, inesperadamente y afortunadamente, lo celebro junto a ustedes.


Gracias por leer, un fragmento de mis sentimientos.




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