LLEGADA TARDE

La prisa de las siete de la mañana nublaba mi atención, tenía una misión por cumplir, llevar mi toalla de baño a descansar sobre el lazo para así dejar secar sus hilos con los rayos de sol.

Mis pasos eran precisos, o eso creía mi cuerpo, de pronto el vacío alcanzó a mi zapato en una grada, tuve la sensación de que algo no saldrá bien, me lo anunció el agujero en el estómago y una subida de tensión inesperada, fue inevitable, todo estaba sucediendo tan rápido pero en mi mente muy despacio.

Un dolor intenso recorrió mi tobillo, luego sentí un ardor que calaba hasta los huesos en la  pierna izquierda, un calor extremo se apoderó de mí, mientras mi mano derecha traspasaba con fuerza la fría grama, sucumbí y mi cuerpo quedó boca arriba tendido entre insectos, tierra y caca… mucha caca de mis perros.

Mi corazón latía rápidamente, las lágrimas intentaban salir pero el susto estaba firme, haciendo guardia, impidiéndoles el paso, solamente podía emitir suaves sollozos mientras suplicaba a Dios que el dolor desapareciera y que, por piedad, la blanca toalla no estuviera manchada.

Tras unos minutos recuperé la calma, me levanté lentamente para descubrir que aquel desafortunado incidente me dejaría un desagradable moretón en la pierna y los tobillos completamente adoloridos.

Lo peor estaba por venir, mi nariz se lo temía, ¡mi ropa estaba llena de caca! en plena rutina apresurada a las siete de la mañana; mis zapatos me observaban con la lengua de fuera, restregándome en la cara la cinta desamarrada que causó una llegada tarde completamente inesperada.