UNA BOLSITA, POR FAVOR
- Valerie Rodas

- 7 ago 2022
- 2 Min. de lectura
Le he contado anteriormente que crecí en la zona 1 de la ciudad, a un costado de “La Reco”, allí mi mayor entretenimiento fue ir al atrio de la iglesia a correr, jugar en mi bicicleta y alimentar a las palomas que se alborotaban al ver maicillo, llenando el ambiente con su característico “grruu, grruu” y el sonido desesperado del aleteo. Aunque décadas han pasado de aquello, al pasar por ahí, aún hay niños corriendo y gritando un domingo, pocos, pero con la misma algarabía.
Sentada, comiendo una discreta refacción está Santa con una carreta de supermercado y todas las cosas que puedan ser necesarias adentro para pasar la tarde, vendiendo a Q5 y a Q1 las bolsitas de maicillo.
El también llamado sorgo, es una gramínea de la cual se aprovecha el tallo, el follaje y también el grano. Según el MAGA es el quinto cereal más importante del mundo por el volumen de producción y en Guatemala ocupa el tercer lugar en área de los granos cultivados, después del maíz y el frijol.
Recuerdo que durante el comienzo de la pandemia, debido a los toques de queda, la ausencia de este grano en las iglesias, estaba apretando la tripa de las pacientes palomas.
Santa se encarga de comercializar el sustento de estas aves y entretenimiento de los más pequeños, desde hace 30 años. La guatemalteca está llegando a la sexta década según recuerda, desde muy joven dejó tierra fría para encontrar en la ciudad mejores oportunidades.
Sus días tra nscurren en compañía de su carreta y los granos que consigue en el mercado, mientras prepara bolsitas de maicillo me comparte que nadie le acompaña en esta travesía llamada vida, y es lo único que lamenta, la soledad. Un niño se acerca con toda ilusión: “¡Una bolsita, por favor!”








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