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VACUNARSE EN GUATEMALA

  • Foto del escritor: Valerie Rodas
    Valerie Rodas
  • 20 jul 2021
  • 7 Min. de lectura

Comenzó todo el fin de semana cuando ya tenía en mano un sobre de papel manila que contenía dos recomendaciones médicas de diferentes especialistas para vacunarme como paciente crónico. Mis padecimientos no son fisicamente visibles ni tampoco me impiden vivir una vida bastante normal, sin embargo, el contagio con COVID es una seria amenaza para mi vida y por ello decidí apresurar la vacunación, consciente de las recomendaciones médicas y seres queridos.


Visité dos centros de vacunación en la ciudad el domingo, en ambos, los “encargados” no se molestaron ni siquiera en leer las cartas que llevaba, el “no” rotundo por no tener 40 años de edad y no poderme registrar en el sistema fue un “no” con prepotencia, sin interés, nada sorprendente de un equipo que no cuenta con líderes capaces ni valores. Me rendí porque quiebra el espíritu ver tanta injusticia, enterarse de conocidos ya vacunados por “cuello” y pensar en quienes están en una situación mucho más vulnerable que la mía respecto a salud y facilidades de transporte, ese “no” para mi era poco en comparación de alguien que lo recibiera en una silla de ruedas, por ejemplo.


El lunes retomé “la aventura” porque un familiar me dijo que leyó en redes sociales en donde si vacunaban pacientes con enfermedad crónica, así es como uno se informa ya que en los centros de vacunación no saben guiar y es que aparentemente ni ellos mismos comprenden cómo funciona todo, porque en realidad, nada funciona, sucede lo mismo llamando a la línea telefónica habilitada para información. Fui entonces a un municipio cercano a la ciudad. Comenzó allí una travesía que refleja muchas realidades de este país.


Llegué a las 10 AM, había una fila de aproximadamente 150 personas, se veía corta en comparación a las que había visto en otros centros, me acerqué a la puerta del lugar a “pescuezear” buscando a un representante del MSPAS para exponer mi caso, luego de unos minutos apareció una mujer con un megáfono pidiendo distanciamiento, me atendió con prisa, me pidió que hiciera la fila y lo entendí como un “si” porque de nuevo, información clara, no hay. Me ubiqué en el espacio correspondiente, “...Primero Dios nos vacunan Seño…” me dijo un hombre con un traje al estilo “Men in Black” y comenzamos a conversar para pasar el tiempo, adivinando expresiones en los ojos, cubiertos ambos con una mascarilla KN95, “... a mi los patrones me mandaron fíjese, porque como ellos ya fueron a los Estados a vacunarse pues quieren que uno esté protegido va, pero a mi me dan miedo las inyecciones seño y le cuento, es que yo siento que a mi ya me dio esto el año pasado, caí con una gran gripe y fiebres mire, terribles, me estremecía todo, y fui a ver a mi familia a la semana que me sentí mejor y cayeron todos usté, hasta la nena chiquita mía con la gran tos…” este guatemalteco que trabaja como guardaespaldas o “protección ejecutiva” es un claro ejemplo del subregistro en los contagios ya que ni él ni su familia se realizaron la prueba respectiva para detectar el virus más famoso de la época. Me cuenta que “los patrones” son muy buenos con él y le permiten incluso acompañarlos al puerto cada 15 días, con comida para toda la seguridad y el personal de servicio de limpieza, por ello no siempre puede viajar al oriente del país a visitar a su familia porque debe proteger los viajes familiares de fin de semana de “los patrones”. Dicha profesión le ha permitido superarse y sostener a su familia, me comparte que no quiere que su hijo siga sus pasos porque para ello debe prepararse en el ejército y eso es algo muy complejo que él ya pasó justamente para darle mejores oportunidades a su hijo, sin embargo, al joven le gustan las armas como las que su papá carga siempre en la cintura.


El sol comenzó a calentar el ambiente, el ardor del calor comenzaba a ser insoportable, había transcurrido 1 hora de espera, una anciana cubría su cabeza con un suéter, sentada en la banqueta con expresión de desesperación, la tercera edad no tenía prioridad para ingresar. “…Qué joden estos que dicen que porque hay que descongelar las vacunas se tardan…” dijo en voz alta un señor con la camisa arriba del ombligo, él estaba en la fila de “los con cita” yo estaba en la de “los sin cita”, mismas frases que comenzamos a repetir a los “nuevos”que llegaban al lugar preguntando sin tener suerte de encontrar a alguien del MISPAS para ser orientados y pues como hace una comunidad, entre todos nos íbamos pasando la información que escuchábamos de uno y otro, era aquello un pueblo chico y el calor lo convertía en un gran infierno.


Dos horas de espera ya nos habían convertido en “conocidos” con los de enfrente, atrás y al lado, el distanciamiento era casi imposible porque había que protegerse de “los colados” y alrededor, aunque era prohibido parquearse, camionetas ultimó modelo hacían caso omiso haciendo más pequeño el espacio para separarse, “…Es que ellos diosguarde se bajan, se derriten…” decía aquel mismo señor con la camisa cada vez más arriba del ombligo, y en efecto, las camionetas tenían los motores encendidos para utilizar el aire acondicionado, de pronto llegó un agente de la PMT a pedirles que se movieran, los conductores bajaban sus vidrios dejando ver su cara de angustia por tener que enfrentarse a la terrible situación de hacer la fila a pie y bajo el sol, sin remedio, las señoras descendieron de los vehículos y se incorporaron a la espera peatonal.


“Mi amigo” el guardaespaldas fue al pickup que conducía a dejar su arma y el saco, cada vez que avanzábamos se mostraba nervioso porque le tenía pánico a las inyecciones. Eran las 12 del mediodía y un colaborador del MSPAS salió del lugar de vacunación histérico, vociferando que ya éramos todos adultos y que no era posible tanta aglomeración, la anciana atrás de mi que superaba los 70 años de edad intentaba hacerse para atrás para distanciarse pero no era posible porque nadie quería correrse por miedo a los colados y quedar sin inmunización, salí de la fila a pedir amablemente a todos que nos distanciáramos, la amabilidad hizo efecto y el integrante del Ministerio de Salud comprendió aquello y replicó.


El calor nos tenía contando anécdotas, riéndonos de las desgracias que hay que vivir para sobrevivir en un país rico para pocos y pobre para muchos, el señor de la camisa arriba del ombligo criticaba cada vez que tenía oportunidad a la PMT y decía que en este país sólo fregar son, que ni un cheque le perdonan a uno cambiar en un banco si se olvidó el DPI. Eran ya 4 horas de espera, y los comentarios de que ya iban a cerrar impacientó a todos, yo ni siquiera tenía certeza de si aquel esfuerzo valdría la pena en mi caso, el guardaespaldas fue a “pescuezear” y averiguó que todos íbamos a lograr obtener una vacuna. La tranquilidad se sumó a las gotas gruesas de sudor en las frentes de todos, hasta las de las señoras que no querían sudar.


Llegó el momento esperado, entrar al lugar de la vacunación, mi sorpresa fue que habían si mucho 8 personas al servicio, entre quienes inscribían, tomaban datos, llenaban cartillas de vacunación y quienes vacunaban. La dinámica era la de entrar y esperar el turno para brindar datos en sillas, sin mayores instrucciones nos entregaron una hoja de consentimiento, la anciana detrás de mi veía el documento con angustia, le pregunté si necesitaba ayuda, me dijo aliviada que si, que no sabía leer ni escribir; el guardaespaldas leía lentamente cada línea de la hoja, me dijo “…viera que a mi leer no me gusta, hasta dolor de cabeza me da…” llené mis datos, también los de la anciana y confirmé con el guardaespaldas que entendía lo que leyó, me dijo que sí pero luego me preguntó que qué vacuna era la que nos iban a aplicar. A cada minuto nos cambiábamos de silla, como aquel juego infantil de quién se queda sin silla, la anciana me seguía porque poco entendía de qué pasaba, nadie explicaba nada, todos adivinábamos. Llegó el momento de mi registro, la señorita a cargo, no se identificaba como personal médico pero aprobó mis constancias. Le avisé respecto a la anciana que venía atrás de mi y me dijo que no me preocupara que la pasaría directamente a vacunarse. Sentí alivio de finalmente estar inscrita y continué a la siguiente mesa donde tomaron datos de mi DPI y ¡al fin una instrucción clara! “…allá la vacunan, al salir le devuelven el DPI…”. Llegamos al espacio de vacunación, el guardaespaldas me pidió un favor: que le tomara una fotografía, antes su turno llamó a su esposa “…hoy si mamita, ya me toca, en el nombre de Dios…” pasó, lo inyectaron y feliz volvió “…no sentí nada seño…”.


Era mi turno, vacunaban de dos en dos, frente a mi estaba el señor con camisa arriba del ombligo y ahora también con el brazo al descubierto, sonreímos, un leve piquete y eso era todo. Caminé al área de observación, donde nadie capacitado observaba y una señora dijo “… Aquí no es para observación sino para que encuentren dónde dejaron nuestros DPI…” se escuchó una carcajada al unísono. Con la camisa ahora si cubriendo su ombligo, aquel peculiar señor dijo “…es que yo no sentí nada y creo que la jeringa vacía estaba…” 30 minutos después apareció una mujer con vestimenta de enfermera visiblemente agotada y un megáfono que utilizaba a media boca, decía los nombres de cada uno y entregaba la cartilla de vacunación y DPI. Cuando ya había entregado la mayoría recordó algo importante qué decir “…señores, si les duele el cuerpo o les da fiebre, tomen acetaminofén…” el guardaespaldas se despidió de mi cordialmente, la anciana pasó muy emocionada agradeciendo mi ayuda, el señor peculiar ya con DPI en mano no se iba porque intentaba ver una jeringa nueva para confirmar que había líquido.


Y así fue como 5 horas después, en mi tercer intento, logré vacunarme. En un país que requiere esfuerzos sobrehumanos para obtener derechos, un estado a cargo de la corrupción y una falta de liderazgo impresionante; no culpo a los colaboradores del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social, considerando que hacen lo que pueden con lo poco que tienen.


Либо вы знаете русский язык, либо вам очень любопытно, теперь вы также знаете, какую вакцину я получил.


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