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Y EN ESO, SE COLARON...

  • Foto del escritor: Valerie Rodas
    Valerie Rodas
  • 23 ago 2018
  • 4 Min. de lectura

Y allí estaba yo, optimista, la verde unidad de transmetro aparecería pronto y me tomaría no más de 15 minutos llegar al destino planificado, llevaba una bolsa de papel que contenía chocolates. Eran las 5 de la tarde del viernes, llovía y el tránsito vehícular emitía sonidos de colapso. Hice mi fila, ordenadamente, para abordar la unidad desde la estación “Tipografía”, frente a la parada, los vendedores de “vidrio templado” para celulares estaban sentados a la orilla de la puerta del Museo de la Tipografía Nacional, voceaban sus productos sin éxito para concretar una venta, a su lado yacía un hombre de delgado aspecto, ropa desgastada, mirada perdida y una botella plástica de Coca-Cola rellenada con pegamento y pensé que con esto calmaba el frío y el hambre de toda una vida tal vez.

La fila de personas comenzaba a incrementar, pasaron 30 minutos y la unidad de la línea 13 no aparecía, únicamente pasaban buses de la línea 12, la desesperación era perceptible en el ambiente, unas señoras entablaron conversación, yo curiosa y sin qué hacer las escuchaba intentando no reaccionar a su charla, “-Yo voy a ver a mi casero porque no sólo los hombres pueden…” dijo una de ellas, siguieron platicando y ahora la conversación era respecto a la economía “-Lo comido es lo vivido y lo gozado, cuando hay plata pues tiene uno que aprovechar para comerse una un su buen ceviche…” una sonrisa se me escapó y mi intromisión quedó en evidencia.

“-¡Ahí viene uno ve...!” exclamó alguien, y en efecto la unidad de la línea 13 apareció, sin algún miembro de staff presente que controlara la situación, cuando el bus se detuvo, alguien con poca educación decidió romper el orden de la fila para “colarse” y fue en ese momento cuando todo se descontroló, como una escena apocalíptica, quienes bajaban de la unidad de transporte no podían pasar por los desordenados que se sumaron a la "colada" para subir, finalmente un señor “gordito” pasó empujando a todos para lograr bajar y pasó diciendo en un tono de lección: “-Yo les pedí permiso…”, las puertas del transmetro se cerraron y no quedó más que esperar la siguiente unidad, eran ya las 6 de la tarde, 2 unidades más pasaron pero fue imposible abordarlas por el desorden y la falta de control de alguien responsable de la parada.

El cielo apagó la luz del día, habían ahora 3 filas, unas 300 personas o más, yo era la primera en la fila para abordar y llegó otro transmetro, la aglomeración ocurrió de nuevo y hasta un hombre recibió una “manada” por colarse, yo estaba indignada por el desorden y una señora me dijo “-Seño, si usted no empuja nunca se va a subir...”, me rehusé a ser parte de esto y seguí esperando, más como un reto que otra cosa. Escuché cómo un grupo de personas acordó caminar y tomar un taxi todos juntos para no esperar más, y así la parada se fue vaciando poco a poco, eran ahora las 7 de la noche, los puestos del mercado al lado hacían sonar a todo volúmen la misma canción de reggaetón una y otra vez -”Yo no necesito vacaciones, ni dolores de cabeza…”-

Dos mujeres estaban preocupadas porque la última unidad del bus extraurbano que las llevaba a su hogar salía a las 8 de la noche, preocupadas e indignadas también por el desorden se reían nerviosamente, un hombre le mandaba "selfies" a alguien como prueba del atraso y su estancia en el lugar; a las 7:20 de la noche logré finalmente subir al transmetro, no iba vacío en lo absoluto, con algo de esfuerzo y suerte me ubiqué adentro antes de escuchar el pitido de la puerta cerrando, mi mejilla quedó pegada al vidrio de la unidad, mi pierna era oprimida por el bastón de una señora, mi brazo estaba atrapado/pegado a un señor que me sonreía constantemente como muestra de pena por el roce de nuestros cuerpos; durante el recorrido solamente podía pensar qué haría si me daba un calambre, íbamos todos “enlatados” y la mayoría llevaba cara de costumbre, menos yo, ya que era la primera vez que me tocaba tan mala suerte en este medio de transporte, el bus se fue descocupando con cada parada, yo iba casi al final de la ruta e irónicamente de un momento a otro era casi la unica persona en la unidad.

Finalmente llegué a mi destino, luego de casi 3 horas, la bolsa que llevaba estaba arrugada y mojada, uno de los chocolates estaba completamente derretido, eso es lo de menos; lo importante e impactante de esta historia es que esto es el diario vivir de miles de guatemaltecos, continuaré prefiriendo el transmetro ante los buses rojos pero no hay duda que el orden por parte del staff de la parada (una muy concurrida) y principalmente por parte de los chapines que estábamos en la fila, hubiera cambiado esta historia; el orden nos llevaría a mejores resultados, el ver más allá, por el bien común.

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