PENSAMIENTOS DEL ENCIERRO II
- Valerie Rodas

- 20 jun 2020
- 4 Min. de lectura
El supermercado ya no está abarrotado, todo está abastecido, qué cómico pensar en aquellos primeros días de locura y saber que seguramente varios aún tienen papel higiénico para un par de meses más. Las pantuflas son ahora el calzado más importante; yo, como algunos, tengo el privilegio de seguir generando ingresos desde casa, así que esta realidad difiere de la de muchos ciudadanos guatemaltecos, incluidos quienes han perdido un ser querido a causa de la pandemia, lo aclaro porque no quiero parecer insensible o ajena ante la realidad de muchos; estos pensamientos me pertenecen, acordes a mis circunstancias.
Noventa días después del primer aviso de confinamiento ya no hay vuelta atrás a la “normalidad”, las mascarillas son parte indispensable para salir y los saludos afectuosos ya no existen. Personalmente ahora si puedo decir que cambié, he formado nuevos hábitos, he conocido más de lo que soy porque el encierro me ha obligado a estar conmigo sin mayor distracción.
Mi casa es ahora un espacio que conozco, en el día a día de antes no observaba porque “no tenía tiempo”, mi casa era sólo un lugar de paso; el confinamiento me permitió dejar de gastar el dinero en vida social o entretenimiento, con esto me he enfocado en comprar pequeños detalles hogareños, entre ellos, un difusor de aromas, creerá que este es un anuncio de tele ventas pero ese pequeño aparato si que impactó mis días, los hace más frescos, entre las esencias tengo una de corozo que me hace sentir como si nada hubiera pasado porque me transporta a momentos cálidos de toda una vida que este año no fueron posibles.
Lavar platos ya es cosa fácil, una tarea que me relaja y que cada vez que completo, me lleva a la reflexión del privilegio de limpiar un plato porque significa que tuvo comida por lo tanto que hay una mesa y un techo; la comida abunda más, parece que la alacena dejó de ser atacada por impulsos ansiosos, de esos que causaba el trajín de antes. Estratégicamente hay una bolsa de papalinas colocada cerca del agua pura, a cada vaso servido un antojo cumplido. De mis mascotas he conocido hasta la hora en que beben agua y si es por sed o ansiedad. Los pensamientos fluyen más precisos, ya no se cruzan atareados atendiendo cosas vanas.
Las noches son extrañas, unas muy sencillas y otras que traen pesadillas apocalípticas y es que me despierta de repente una angustia abrumadora con ideas confusas de si todo esto del virus es realidad o si está a punto de caer un inmenso meteorito por mi ventana, reacciono poco a poco y comprendo que sigo viva, afortunadamente bastan unos cuantos respiros para conciliar el sueño nuevamente. Y entonces me doy cuenta que esto está formando una huella mental imborrable a largo plazo.
Los vecinos han logrado conciliar la relación con sus hijos o es que ya no soy tan entrometida y pongo menos atención a los sonidos a través de la ventana. Los vendedores callejeros se hacen presentes todos los días, desde pesticidas hasta verduras y postres esl el abanico de opciones desde las 8 am hasta el toque de queda, algo triste es que cada día vocean más baratos sus productos, los aguacates comenzaron en 2xQ5 y están ahora a 4xQ5, el impacto de la economía para los vendedores ambulantes es devastador. Afortunadamente también he tenido la oportunidad de conocer de la buena voluntad de chapines que se han organizado para apoyar a personas en necesidad, la solidaridad ha brillado durante esta pandemia.
Estoy leyendo un libro, algo que tenía tiempo sin hacer. En mi trabajo desde casa me siento más motivada y menos atada a una tarea. Lo que extraño es vestirme decentemente, ya que no estoy para mentirles, las pijamas y pants son el día a día de la noventena, a causa de ello me causan gracia los memes de “mi ropa va a pensar que me morí”. Irónicamente, ahora pienso mucho más en el futuro, y curiosamente lo veo optimista porque siento que tengo más claro lo que quiero y lo que no es importante, esto incluye hasta personas; curiosamente, es al sentir la fragilidad de la vida cuando la vemos con más claridad.
Respecto a la crisis que enfrenta el país me siento impotente, no encuentro la forma en que podamos arrancar de raíz tanta desigualdad y sacar del poder a tanto sin vergüenza que descaradamente, roba, brinda información falsa y busca tapar el sol con un dedo. La situación de los médicos es terrible y no digamos la de los pacientes que buscan salvar su vida en un sistema de salud desde hace décadas colapsado por deficiencias y decisiones egoístas y corruptas. Dejé de ver las transmisiones televisivas porque no me gusta que me traten con paternalismo, preferiría autoridad y sinceridad, por ello leo los “datos” en algún medio escrito minutos después.
Si usted lee este espacio, sé que es una persona culta y no es necesario pedirle que no vaya a fiestas, caravanas, o que ande por ahí golpeando a agentes de tránsito si está usted violando las leyes de circulación. La vida ya nos cambió a todos, el miedo hasta se normalizó, a más casos diarios reportados, más población circulando. Queda ahora exclusivamente en cada ciudadano la responsabilidad de cuidarse según sus posibilidades, y pedirle a Dios no contagiarse y si pasara ojalá sin la necesidad de ir a parar a un hospital.
Recuerde apoyar a cualquier persona que esté en sus posibilidades; tome en cuenta que si tiene un techo y tres tiempos de comida y recibe el bono de familia, no era para usted, por lo tanto puede distribuirlo en ciudadanos que estén pasando una pena mayor.
Gracias querido lector por su tiempo, y si lo desea, cuénteme cómo se siente luego de tres meses de confinamiento.
Aquí le dejo también la primera parte de estos pensamientos del encierro por si no lo había leído








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